Si este libro llegase a existir... by Bruno Nero

Si este libro llegase a existir... by Bruno Nero

autor:Bruno Nero [Nero, Bruno]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Saxo Yopublico
publicado: 2018-06-25T04:00:00+00:00


Dejé el trabajo manuscrito en donde te dejé a ti para retomar las teclas. Estoy en el Estudio y no afuera, pues ya ha anochecido. Otra vez me abraza la frialdad con la que he escrito tantísimos cuentos y varias historias. Fácil resulta escribir cuando se inventan parajes y personajes de fantasía. Sabría describir mejor batallas que involucren dragones. ¿En qué quedé? Cierto, en un pasaje maravilloso e irreal. Me recordó a los veranos que pasé en casa de mis padrinos, cuando llevaba aproximadamente un saco menos de años a rastras. Los atardeceres de plata encendida desparramada sobre el oleaje encabritado. ¿Alguien habrá alguna vez pensado en la similitud que comparte la escena de la superficie marina con una escama? ¿Y lo semejante de un campo de trigo con la melena de un león cuando se les baña por un viento zalamero? Como si el ambiente contuviese sólo a los animales que comparten sus características, o como si las especies hubieran decidido, allá por los tiempos de Adán y Eva, un ecosistema que les fuese grato por compartir un detalle que les resultase familiar.

Acto continuo al abandono del apartamento 401, ocurrido con tardanza, quedé con mis ropas aún húmedas frente al apartamento 402 (aquél justo por encima del mío). ¿Qué perdía si ya la felicidad me había dado de probar un mordisco? Toqué con los nudillos, algo rudimentario y desacostumbrado.

Me abrió un tipo joven con el rostro desconcertado. Me reconoció.

—¿Está malo el timbre? —preguntó, señalando el botón del citófono.

—No que yo sepa. Ni siquiera lo probé.

—Señor, el suyo es el de abajo —mencionó sin mucha convicción y mirándome con una creciente duda, creyendo que este sexagenario había confundido su vivienda.

—Lo sé, muchacho; vengo por otra cosa —aclaré, tardando en agregar la mentira de turno—. Se ha perdido mi gato. ¿Lo habrás visto?

El joven llevaba el pelo lustrado y unas grandes gafas asentadas sobre su nariz, la cual arrugaba constantemente.

—Llegué hace poco de la universidad, por lo que no he estado en casa. Le preguntaré a Simón —dijo y se giró—. ¡Simón!

Mientras el aludido no apareciese, yo cobraría segundos preciosos.

—¿Así que estudias? —inquirí.

—Sí, y Simón también. Somos amigos y estudiamos lo mismo, aunque algunas clases las tenemos diferidas. De todas formas, solemos ir juntos a la universidad.

En eso aparece Simón. Es fornido en relación a su amigo, pero también se cuida de llevar su negro pelo peinado.

—¡Ah, nuestro vecino escritor! —saludó y se puso al corriente de la situación—. Lo siento, señor, pero no he visto a ningún gato. ¿Cómo luce?

—Creo que ahora lucirá como cualquier otro gato, pues me temo que ha salido a la lluvia —intenté fantasear con la mayor naturalidad posible.

—Veo que la búsqueda ha ido mal —comentó apuntando mis ropas, que se adivinaban todavía húmedas. La culpa fue mía, pues las pude haber puesto a secar sobre la calefacción, pero eso hubiera significado salir antes de la tina.

¡Qué imbécil fui! Si Gargantúa me viese o fuese cualquiera de los estudiantes (ni Dios quiera que se trate de



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